Cuando los niños bailan en el Cusco, es mucho más que una simple danza
Cusco se mueve al ritmo de las flautas y tambores en estos días. Por lo menos un quenista y un tamborista tocan mientras clases enteras de niños bailan. Estos ensayos no sólo toman lugar en el centro de la ciudad, sino que ocurren donde quiera que haya una escuela o un espacio público.
A partir del jueves de esta semana, el centro de Cusco será el escenario donde una comparsa u otra del Cusco demuestre sus proezas colectivas como intérpretes de la danza tradicional y que se enseñen como parte de los grupos sociales que conforman el Cusco, tanto la ciudad como la región.
Los niños comienzan a aprender a realizar los pasos y absorber los ritmos de las danzas en una temprana edad. Estarán aprendiendo ya en sus hogares al ver a los miembros de la familia practicar pasos o probar trajes típicos. Y, cuando salen del hogar al jardín o kinder comienzan a practicarlas seriamente.
Éstos son precisamente los niños que están trabajando sus pasos estos días, algunos de manera algo vaga y otros más hábilmente al paso de tambor y quena, la flauta tradicional.
Los niños crecen en una ciudad donde un mall con su enfoque en la satisfacción de sueños individuales se ha convertido en un espacio central, y además crecen con el reggaeton y el hip hop inglés en la radio y el internet, los cuales celebran el logro individual y el amor, la apoteósis del yo en el otro.
Sin embargo, en estos ensayos que los cansan aprenden otra cosa. Su cuerpo se ajusta a un ritmo que implica una identidad para su ciudad como algo mucho más que una mera aglomeración de individuos.
Es la «Ciudad Imperial», el «Ombligo del Mundo» y ellos, aún cuando son pequeños, llevan una «cultura milenaria». Son «Incas» y saber realizar las danzas típicas lo demuestra.
Además de aprender estos símbolos y emblemas de una cultura colectiva profunda en sus piernas, pies y pulmones, los niños también aprenden otra cosa. Aprenden a bailar uniformemente, a dar los mismos pasos al compas de la música. Se mueven en filas y como un cuerpo colectivo.
Seguro que sus familias estarán allí viéndolos actuar, y cada madre verá en su hijo a alguien especial. Ellas celebrarán que su hija o hijo haya comenzado una vida pública en el Cusco bailando alrededor de la plaza.
Aunque esto pueda parecer individual, se trata de conectar al niño y sus habilidades y personalidad con el flujo de grupos que juntos forman esta «gran ciudad». Ser un Cusqueño no es un deporte ni una cultura de espectadores, donde se enciende la televisión o Youtube para ver a elites realizar su cultura para uno. En lugar de ello, se requiere su cuerpo, el latido de su corazón y sus pies en la danza.
El individualismo puede ser el lema de la economía de mercado, con un conjunto común e internacional de sueños que la gente puede comprar y llevar a cabo aunque sea simplemente como espectador. Sin embargo, en el Cusco la identidad y la cultura colectiva y local es fuerte y activa.
Se trata de ser más que un individuo. Se trata de conocer los pasos y la coreografía para bailar juntos como una sola comparsa.
Esta unión e identidad grupal, construida en sus músculos y huesos, es lo que aprenden los niños pequeños de Cusco mientras tratan de bailar, se corrigen y vuelven a realizar los pasos mientras suena la flauta y el tambor.
El jueves estos niños bailarán alrededor de la plaza ante los jueces y la ciudad.