Comentario

La Imagen del Cusqueño y el Problema del Agro

El símbolo del Cusco no es tanto la chola urbana, aunque del pueblo, ni mucho menos su gente de bien, para usar rótulos con cierto olor al antaño. Más bien es la mujer del campo, la que se ve todos los días en la ciudad en la vestimenta de las “take-a-pictures”, las mujeres y niñas que rondan con una llama o una ovejita pidiendo a los turistas que les saque una foto.

The Cholita Who Posed for a Picture (Hebert Huamani Jara)
Cholita Posa para fotos de Turistas (Hebert Huamani Jara)

Hay una cierta realidad detrás de esa imagen, aunque es una realidad desafiada. Según el último censo un 45% de la población del departamento es rural y de esa un porcentaje menor, aunque no dispongo del número, pertenece a comunidades donde la vestimenta clásica se mantiene. Es decir que esa población no es mayoría del Cusco pero sigue importante como símbolo, tanto como siguen con importancia las comunidades rurales tradicionales.

Las comunidades campesinas representan menos de 1% de los productores en el censo agropecuario más reciente, ya que la mayoría son personas naturales. El censo no nos indica el número de personas incluidas en esas comunidades, para no caer en la comparación de categorías dispares como lo hace el censo. Sin embargo podemos ver que esas comunidades, que suman a 998, ocupan un 51% del territorio departamental usado para el agro. Siguen siendo mayoría en eso.

En las zonas altas cerca de la ciudad del Cusco el porcentaje de la superficie usada para el cultivo por comunidades campesinas sube. Por ejemplo, en la provincia homónima que rodea la ciudad capital las comunidades controlan un 77%. En otras provincias de altura, como Paruro, asciende su territorio a casi 90% mientras que en tierra baja, como en la provincia de La Convención, representa algo menos del 24%.

Capesino Trajando sus Tierras (Walter Coraza Morveli)
Capesino Trajando sus Tierras (Walter Coraza Morveli)

Aún así, el país busca “modernizarse” mediante un avance agrícola que se mide en toneladas de productos exportados y el valor en dólares de las ventas al exterior. Un lema que se usa para justificar ese avance es el luchar contra la “pobreza rural”, entendiendo el ingreso como medida de legitimidad social de una población.

María Claudia de la Barra reportó en Gestión que “ la pobreza rural [en el Peru] es casi tres veces superior a la de la zona urbana, lo que produce la brecha más alta de la región.” 

El gobierno busca reducir esa pobreza. Empero, el modelo de medición de pobreza es individual mientras las comunidades siguen ejerciendo un lugar central en la economía de la sierra, especialmente en el Cusco, por la superficie que controlan y por la población que deben reunir, y eso produce un conflicto lógico y práctico.

Es fácil enfrentar los productores que son personas en contra de las comunidades en el análisis del problema de pobreza, dada la preferencia por las primeras por encima de las segundas en el modelo dominante. De hecho, el reconocido investigador Cristóbal Kay publicó recientemente un análisis sobre Latinoamérica donde sostiene que el neoliberalismo, o sea el modelo de explotación de recursos primarios y de exportación de productos agrícolas, está conduciendo al proceso de re-concentración de terrenos tanto en el Peru como en otros países.

Es decir que las reformas agrarias del siglo pasado que distribuyeron los predios a quienes los cultivaban está en proceso de reversión por las presiones del modelo neoliberal dominante.

En el Cusco, como en la mayoría de la sierra Peruana, las comunidades tienen peso todavía y confrontan dificultades: como las de privatización de los terrenos para poder acceder a capital y a créditos y para el manejo individual del cultivo; y como las de alienación que implica el vender o perder, mediante estratagemas legales, terrenos que se destinan luego a otros usos fuera de los decididos por la comunidad, sea del agro o de minería.

He aquí la base de los conflictos sociales que aquejan a la sierra peruana en la actualidad. Mientras haya la discrepancia entre el modelo neoliberal y la realidad comunal seguirán produciéndose, por matizados y sutiles que sean las políticas de desarrollo y de contrarrestar la pobreza rural en su aplicación a las comunidades.

Los Chankas Durante su Huelga
Los Chankas Durante su Huelga

Hablar de las comunidades no es hablar solamente de entidades productivas, comparables con individuos o sociedades privadas, es hablar de algo con resonancia identitaria. 

La imagen de la mujer tradicional cusqueña, con identidad comunitaria, tiene implicancias en otras esferas de la economía nacional, o sea en el turismo sin hablar de otras, y en la autoestima de los cusqueños de cualquier clase social, a la vez que nos abre el paso a considerar las tensiones sociales detrás de su uso. Sobre todo nos pide respeto.

Cristóbal Kay, the Agrarian Question and the Neoliberal Rural Transformation in Latin America,  Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, No. 100 (2015) Diciembre, pp. 73-83.

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